Un Templo de la Inmaculada abarrotado asistió a una lección de amor y sacrificio en la Semana Santa a través de un lenguaje fresco y cercano
F. Guardiola/P. Grimao/A. Pascual
Con el desfile de los Estandartes de las distintas Cofradías que componen la Semana Santa de Torrevieja, acompañados de la música de la Unión Musical Torrevejense y que irían formando en el Altar Mayor el fondo escénico del acto, se iniciaron los actos del Pregón que un año más tuvo como mantenedor al periodista local Antonio Aniorte. Tras ellos accedieron al templo los presidentes de las Cofradías, el Consiliario de la Junta Mayor, y Párroco de la Inmaculada, Manuel Martínez Rocamora, el Presidente de la Junta Mayor, Jorge Esteve y el Alcalde de la Ciudad, Eduardo Dolón que acompañaba a la pregonera, Rosa María Escámez.
De innovador, fresco y profundo a la vez podemos calificar el pregón que esta mujer, la persona más joven designada para este cometido, desarrolló anoche. Pocos podíamos creer que ese pregón estuviera escrito, como ella mismo decía, en algún sitio, porque se notaba que cada palabra, cada gesto, cada mirada, salían de lo más profundo de su corazón. Rosa María, despojada de las ataduras del atril se movió por el altar, predicando el amor a Dios a su Madre y por otro invitándonos a que la Semana Santa, “pasara” por nosotros. Los pies, las manos y los ojos, se convirtieron en simbólicos aderezos con los que nos enseñó a trabajar nuestras almas. Descalzando los pies, para mostrar el trabajo de los costaleros y de los nazarenos, repitiendo enfáticamente en varias ocasiones “descalzaros, descalzaros”. Puso como ejemplo de esa forma de “descalzarse”, que no es ni más ni menos que abrirse y trabajar por los demás, al Papa Emérito Benedicto XVI, por su humildad al reconocer su falta de fuerzas y “descalzarse” ante el mundo. Sigue leyendo
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