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Retrato de una compañera


1.RETRATO ENCARNAEncarna Hernández Torregrosaencarna

Este viernes, 17 de enero se celebra el tradicional Día de San Antón, patrón de los animales, en una jornada en la que los torrevejenses sacarán a sus animales a la calle para que los bendigan y verlos desfilar de la calle Concepción (frente a la Sala de Exposiciones «Vista Alegre») al templo de la Inmaculada.
En un día como este se me ocurre pensar que quien tiene o ha tenido una mascota puede saber cuanto significa ese compañero especial, ya sea de cuatro patas, con pico y plumas o aquellos exóticos venidos de otras latitudes. Me gustaría, a petición de un buen amigo, hablar de los primeros, de esos animales domésticos que mejoran la vida de algunos enfermos siendo compañía en determinados tratamientos contra algunas enfermedades. Como los enfermos de Alzheimer que reaccionan positivamente al estimulo de un perro como compañero.
Por otro lado en la clase periodística existe una máxima: «Que un perro muerda a un hombre no es noticia; la noticia es que un hombre muerda a un perro». Hoy no estoy de acuerdo con esta frase. Frente a la celebración del día de San Antón quisiera que ellos los “Perros” con mayúsculas, fuesen la noticia y ocuparan un espacio, aunque fuese a la cuneta de esta Gaceta, ya que en la cuneta es donde los vemos llegadas las vacaciones, buscando al amo que se marcho y que se olvido de ellos.
Quizás responda al nombre de Canelo, Sultán, Blossom, Flopy… el nombre es lo de menos, lo seguro es que siempre tienen esa mirada de mistad para su dueño. En realidad se trata de una estrella independiente que nos muestra la amistad precisa sin exageraciones. Éste compañero fiel es el primero que te nota triste y trepa sobre el regazo llenándote de pelos. Lo llamamos mascota aunque tal definición habla de un animal o cosa que sirve de talismán. Pero ¿es realmente él el afortunado o lo es su propietario? Creo que es cuestión de simbiosis.
Es cierto que se trata de una relación algo arbitraria: una de las partes mantiene la autoridad para decidir el futuro de la otra.
Pero… cuando ese compañero de soledades nos mira, nos hace comprender que él o ella (es indiferente que sea macho o hembra en este caso) sus ojos chispeantes, son más limpios que los nuestros. Es capaz de perder el tiempo junto a su amo. Y seguir con su perruna vida cerca de ti, sin molestar, sin pedir nada. Lo acoges como cachorro o rescatándolo de esa perrera municipal donde llegó por voluntad de aquel dueño que lo abandonó. Atrae tú atención con su propio dominio de naturaleza descarada y sin más palabras que su gesto, te lleva a caminar los dos juntos como grandes amigos, cada día, a la misma hora, como si el reloj biológico se lo indicara. Ese amigo silencioso y olfatorio, brinca con fuerza, enarbola su cola alegre y de verdad es feliz… de la forma que los perros saben ser felices. Te acompaña sin pedir nada a cambio, más que amistad en forma de lealtad. Le cuentas tus secretos, aunque él o ella lo intuye.
Por eso cuando hoy me siento frente al mar en silencio, veo un lugar vacío a mi lado donde ella estaba siempre con el mismo gesto. Atenta a cuantos pasaban a su lado. Imagino que siempre me quedará, en medio de ésta heroica pena, su recuerdo a manera de alegría. Después de todo, «Perla» fue una compañera maravillosa.

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